Del escritorio del pastor— 31 de diciembre del 2022
La solemnidad de hoy (nuestra celebración más grande en la Iglesia) de María como Madre de Dios, es parte de la Octava de Navidad donde continuamos descubriendo lo que Dios ha hecho en su gran amor por nosotros. Es correcto que nuestro Dios, que quiere expresarnos su gran amor, use el vehículo del amor de una madre para formar parte de nuestro mundo.
Es difícil imaginar que esta celebración del amor divino de Dios dividió a los cristianos y todavía lo hace. La crítica hacia María como la Madre de Dios, tradicionalmente llamada “Theotokos”, del significado griego, “Quien es portadora de aquel que es Dios” no es realmente sobre María, sino acerca de la naturaleza de Jesús. Esta solemnidad es para indicar que Jesús, aunque nació humano, es realmente Dios. Aquellos que niegan el papel de María en la historia de la salvación, a menudo sin darse cuenta, niegan lo que Dios hizo en la encarnación.
Otra forma de ver la celebración de hoy por lo que es sería reflexionar sobre la famosa pintura estadounidense “La madre de Whistler” (lo que formalmente se conoce como “Arreglo en Gris y Negro No. 1”). Si bien la imagen en sí es una imagen de su madre, y ha sido llamada la Mona Lisa victoriana, es una celebración de quién era Whistler, un artista. El tema, su madre, fue el vehículo que utilizó para expresar sus talentos y dones para el mundo. Así también con María, ella fue un vehículo para expresar quién es Jesús, Dios con nosotros.
La gran pelea que muchos tienen con María como madre de Dios es decir que madre generalmente significa que ella es anterior a su hijo, pero María no es anterior a Dios. Como católicos, lo que expresamos al llamarla madre de Dios es afirmar que fue madre de Jesús, que es divino y humano. Nadie puede negar que ella era la madre de Jesús, y los cristianos auténticos no pueden negar que Jesús era el divino (Dios).
La celebración de hoy es realmente la celebración de Jesús como el Emmanuel, Dios-con-nosotros por medio de María. Al mismo tiempo que la celebramos como madre de Dios, celebramos que ella es también la madre de todos los hijos de Dios, nosotros. Aceptarla como nuestra madre es aceptarla como nuestra primera maestra y aceptar lo que ella siempre nos enseña, en sus primeras palabras sobre su Hijo cuando comenzó su ministerio público, que fue “hagan lo que Él diga”. Eso es lo que María nos enseña mejor, al hacer lo que Él dice, eso es lo que hacemos si aceptamos que Dios está con nosotros, eso es lo que hacemos si entendemos de qué se trata la Navidad.
Las próximas semanas creceremos con el niño Jesús para poseer lo que Él nos trajo, su ser divino. Lo haremos con la ayuda de su madre y madre nuestra, como decía san Luis de Montfort, a Jesús a través de María
Con un corazón para la misión,
Padre Ray