Del escritorio del pastor—23 de enero de 2021
Querida familia de Sagrado Corazon,
En todo el mundo esta semana es celebrada como la “Semana de la Oración por la Unidad Cristiana.” Esta celebración fue iniciada en 1908 por los frailes Franciscanos de Graymoor “quienes han dedicado sus vidas a vivir la palabra de Jesús”, ” que todos sean uno.” (Juan 17:21) Esta es una semana de naturaleza ecuménica, como lo es entre Cristianos, a diferencia de las interreligiosas como es cualquier actividad entre Cristianos y no-Cristianos (Judío, Musulmanes, Budistas, etc.) Tal vez ninguna denominación Cristiana siente tanto el dolor de la separación de otros Cristianos como los Católicos, ya que nuestro nombre significa “universal” y cualquier separación entre nosotros nos recuerda que no hemos cumplido con nuestro llamado. Esta semana es un momento para orar por ese día de unidad y trabajar para erradicar cualquier actitud en nosotros mismos que contribuye a las divisiones entre nosotros.
Tengo un amigo en Alabama que a menudo tiene una visión sobre fe diferente a la mía. Pero, aun así, hemos encontrado la forma de superar esa división. No olvidamos nunca el hecho de saber que lo que nos une es más grande que lo que nos divide. Nunca olvidamos orar el uno por el otro. El amor mutuo será siempre la fuerza que nos hace uno. Los Franciscano de Graymoor han unido esta hermosa oración para esta semana y los invito a rezar esta oración entre ustedes y sus familias.
Dios de toda nación, creador de la vida humana, el Señor Jesucristo, la Palabra de Dios, se manifestó en la historia humana cuando se convirtió en uno de nosotros y uno entre nosotros. Nacido en un establo, nacido sin hogar, él es nuestro Rey y Señor. Los Reyes Magos dieron testimonio de esa luz de esperanza que venía al mundo cuando seguían fielmente a la estrella, viniendo de tierras lejanas del Oriente, hasta llegar a Belén de Judea.
La solidaridad de Dios con la humanidad creada en ese don de la Epifanía nos llama a una vida de solidaridad con los desamparados, los refugiados, los más débiles y rechazados. Todos somos seres humanos dignos de redención y preparados con ese amor redentor para la gloria de tu Reino. Ayúdanos, oh, Señor misericordioso, a hacer esto con unida y paz.
Mientras nosotros que somos llamados Cristianos desde tiempos de la iglesia en Antioquía, mantenemos un lugar especial en nuestros corazones para las primeras comunidades cristianas de la tierra que llamamos santa, recuérdanos que debemos responder continuamente a nuestras promesas bautismales hacia ti, quien dijo por medio del Espíritu en el Jordán: “Este es mi Hijo, el Amado, de quien estoy muy complacido.”
Ayuda a tu Iglesia, misericordiosa, a ser la luz de la unidad dentro de sí misma y un faro de esperanza para toda la humanidad. Te lo pedimos por Jesucristo, quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina como solo Dios por los siglos de los siglos. Amen.
Con un corazón para la misión,
Fr. Ray