Del escritorio del pastor— 14 de mayo del 2023
Uno de los mayores desafíos para el cristianismo es: “Si Dios es bueno, ¿por qué permite tanto sufrimiento?” No hay una respuesta simple a esta pregunta, pero hoy, en la Primera carta de Pedro, obtenemos una parte de esa respuesta cuando el autor dice: “Porque es mejor sufrir haciendo el bien… que haciendo el mal… porque Cristo también sufrió por los pecados, y así poder conducirnos a Dios”.
En resumen, según el plan divino, el sufrimiento nos conduce hacia a Dios. Se podría decir que Dios sigue siendo cruel, excepto por el hecho de que Cristo también sufrió, incluso cuando no tenía por qué sufrir. ¿En la vida con qué frecuencia nos consolamos al pensar que no somos los únicos que sufrimos y nos sentimos aliviados cuando hablamos con otros que han sufrido lo mismo o tienen experiencias extrañas como la que hemos tenido y terminamos diciendo: “y yo que pensaba que era el único loco?”
Cuando el sufrimiento se comparte, la pena disminuye, el sufrimiento compartido es sufrimiento aliviado. Si tenemos esto en mente, podremos entender lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “llevar mi yugo sobre vosotros… mi carga es ligera”. Como he compartido en homilías, nuestra carga es ligera porque el Padre la lleva por nosotros, pero para este alivio primero debemos entregarla a Él, tal como lo dijo Jesús en el huerto de Getsemaní: “Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya.
En cierta forma esto suena fácil, pero es aquí donde radica el mayor desafío del sufrimiento, el dejar las cosas en manos de Dios. Es en contra de nuestra naturaleza estadounidense no estar en control. Va en contra de nuestra cultura el ser humildes, ya que nos han ensenado a ser #1. No estimamos a las personas de fe tanto como a las celebridades de los deportes, la música o el cine / televisión. Más de 4 mil millones de personas vieron el funeral de la reina Isabel, fácilmente más del doble de los que vieron la del Papa Juan Pablo II.
Aun así, este es nuestro desafío si queremos la paz: necesitamos encontrar la forma de entregar nuestras preocupaciones a Él. Se comienza de formas pequeñas, como no juzgando. Se nos dice que dejemos que el Padre juzgue, que Él se ocupe de los demás a Su manera, en Su tiempo. Si podemos confiar que Su camino será mejor que el nuestro, podremos reducir nuestro sufrimiento y preocupación. También puede serlo si entregamos nuestros sufrimientos a Dios antes de acostarnos, ya que preocupándonos nunca solucionamos nada, y probablemente dormiremos mejor.
Y es así, incluso el sufrimiento puede llevarnos a Dios, ya sea para volvernos a Él en busca de fortaleza, de sanidad, para llevar nuestras cargas o para manejar el juicio de los demás. Sigan haciendo el bien, sigan diciendo la verdad, eso siempre nos acercará a Dios.
Fr. Ray Smith.
Con un corazón para la misión,
Padre Ray