Del escritorio del pastor— 2 de marzo del 2025

Queridos Feligreses,

La caridad empieza por casa. Es posible que algunos de ustedes hayan recordado la necesidad de la caridad en casa mientras estaban encerrados y las escuelas estaban cerradas. Siempre hay alguien haciendo desorden, molestando a alguien, arremetiendo, o pidiendo demasiado. Y la lista es larga. Hay que molestarse o enfadarse y alejar a las personas, ya sea esposo, esposa, hijos o hermano hermana. Constantemente tenemos que elegir ser amables, perdonar, pedir perdón, y ser pacientes. Los hijos deben ser obedientes a sus padres y los padres deben ser obedientes a Dios para que un hogar sea verdaderamente feliz

Es peligroso pensar que “si tengo éxito fuera de casa, entonces seré feliz”. Incluso nuestros esfuerzos por mejorar el mundo cuidando de los más débiles son secundarios a la vida familiar. Para la persona casada y los padres, los actos de caridad fuera del hogar deben hacerse teniendo en cuenta el hogar. Una persona soltera puede dedicar muchas horas al servicio de los demás en su comunidad y estas son un regalo de Dios: los religiosos y sacerdotes eligen precisamente esta vida por esa misma razón. La persona casada tiene la responsabilidad de trabajar junto con su cónyuge y de ser modelos ejemplares para sus hijos sobre cómo vivir el mandamiento del amor tanto fuera como dentro del hogar.

La verdadera paz no empieza “fuera del hogar”. El punto de partida es Dios, y las decisiones se toman teniendo en cuenta Sus mandamientos. En segundo lugar, cumplir con nuestros compromisos, guiados por Su buena voluntad. Eso significa que las personas casadas se preocupan por su cónyuge y sus hijos. Para la persona célibe o soltera, significa estar dispuesto a estar en comunión con los demás y estar al servicio de los demás. Todos debemos elegir de corazón amar a Dios en amor y fidelidad. Espero que durante estos días atrapados en casa por la nieve, todos hayan tenido la oportunidad de practicar el amor en casa. Y si no es así, nunca es demasiado tarde para volver a intentarlo.

               

          

Padre Joseph