Del escritorio del pastor— 2 de octubre del 2022

Los eventos recientes en mi estado natal de Florida me han traído una palabra de esperanza que creo nuestro mundo necesita en estos tiempos difíciles. “Has sido refugio para los pobres, para los necesitados en tiempos de angustia, un refugio contra la tormenta…” Isaías 25:4. En nuestro mundo post-COVID, muchos se preguntan de qué sirve Dios. Después de haber vivido sin misa dominical durante meses y meses, la gente se acostumbró a la falacia de que podemos vivir sin Dios. Pero de pronto una tormenta nos azota y nos hace recordar nuevamente que somos vulnerables y no inmortales.  

A lo largo de la Biblia, una y otra vez Israel, como nosotros, enfrentó tormentas, algunas físicas, como la de los discípulos en el lago con Jesús o como el  Huracán Ian. Algunas veces las tormentas son cosas más figurativas, como las tormentas de los enemigos, de enfermedades, de personas sin hogar y de guerras, incluso llamamos a una de nuestras batallas, la Tormenta del Desierto. En cualquiera de estos casos instintivamente buscamos la seguridad.

El desafío es encontrar lo que realmente nos da seguridad. Ciertas cosas, como el dinero y el poder, pueden parecer detener la mayoría de estas tormentas, pero ninguna de ellas nos protegerá de la tormenta a la que más le tememos, que es la muerte. Esa es la razón por la que necesitamos a Dios, porque Él nos da un verdadero refugio. A menudo olvidamos que el mismo Dios, el Padre no le quitó la tormenta de la muerte a su propio Hijo, pero le dio a Él, y a nosotros creyentes, la seguridad de saber que este mundo no lo es todo. El amparo que Dios nos da es saber que nuestro verdadero hogar no está aquí, sino con Él en el cielo.

Durante varias semanas nuestras lecturas se han enfocado en no estar apegados a las cosas materiales; y las tormentas, como Ian nos  traen a casa este mensaje. Todas las cosas en nuestra vida serán arrastradas. Un año antes de ingresar al seminario, experimenté una inundación en Florida con 2 pies de agua en mi apartamento. Perdí alrededor de 1/3 de mis posesiones, lo cual me hizo recordar que solo somos pasajeros en esta vida. Nada es permanente, ni mi salud, ni mi cuenta bancaria, ni la casa de mi infancia, ni el Springfield que conocemos.  Oh, Señor, tú eres nuestro refugio. A veces, con la oración, nos salvamos de las tormentas de la vida, como el cáncer o el desempleo, pero otras veces no. Algunas personas oraron y aún así murieron en esta tormenta. eclesiásticos nos recuerda que hay un tiempo para todo. Las tormentas de la vida son invitaciones a depositar nuestra confianza en lo que es más grande que nuestros problemas, más grande que nuestros miedos, más duradero, y eso es Dios. Dios es nuestro refugio, nuestra protección, el que no nos dejará en las tormentas de la vida, y nos pide que hagamos lo mismo los unos a otros y con nuestra ayuda ese refugio estará con nosotros en todo momento.


Padre Ray Smith, CMF
Administrador parroquial

Con un corazón para la misión,
Padre Ray